LA EDAD DEL PAVO MECÁNICO
Se suceden los titulares uno detrás de otro. De hecho, en estas semanas no han cesado los acontecimientos que han provocado que nuestra sociedad vuelva a cuestionarse algo que parecía ya haber encontrado su sitio en la legislación española.
De repente, se desataron los truenos y la Caja de Pandora reventó: Una joven de Canadá acosada por un desconocido acabó suicidándose de una manera un tanto escandalosa al dejar un vídeo en el que narraba su eterna pesadilla. La desdichada historia de la joven traspasó las fronteras internacionales y durante días, no se habló de otra cosa. Rápidamente, y ya no en el extranjero, un enajenado se lió a tiros en un pueblo de Albacete: un crimen pasional en toda regla. El presunto asesino de 39 años acabó con la vida de una joven de 13 años con la que supuestamente mantenía una relación sentimental.
Días más tarde, un joven de 23 años es condenado a 8 años de prisión por abusar, según la Audiencia Provincial de Madrid, de una menor de 13 años con la que mantuvo relaciones sexuales con su consentimiento. ¡Zas, en toda la boca!
Estos tres casos que se han sucedido en apenas dos semanas de diferencia hacen que uno reflexione sobre el descenso a los infiernos de la juventud de hoy en día. De nuevo, vuelvo a incidir en la crisis social que asola a nuestro país. Y ya no solo hablo a nivel estatal sino también a nivel internacional. Da la sensación de que la juventud que se está germinando crece cada día más atontada y en el mundo de yuppy. Y el origen de ese atolondramiento claramente lo encontramos en el abuso excesivo de las nuevas tecnologías. Y es aquí cuando retomamos por enésima vez el tema de las redes sociales y su más que claro descontrol y abuso. ¡Todo nos lo dan hecho! ¡Vivimos conectados! Todos los días. A todas horas. A los cuatro años los chiquillos ya tienen Play Station, Psp, Wii y la madre que parió al cordero de las máquinas. A los siete, ya empiezan con el i-phone, la blackberry y el internet en los móviles. A los diez ya tienen Factbook. Claramente, algo no funciona.
A mis doce años un servidor todavía intercambiaba tazos y cromos y no perdía la virginidad como si se desprendiese de un trozo de carroña marchita que uno detesta. ¡Por el amor de Dios! La edad para mantener relaciones sexuales que se encuentra recogida en el Código Penal debería de ser simbólica, ¡los chiquillos de la edad del pavo deberían de saber perfectamente qué hacer con su cuerpo! Se acusa al joven de 23 años, que mantuvo relaciones consentidas con la menor, de comerle el tarro a la inocente adolescente. A lo mejor el problema no está en que el veinteañero usase sus encantos y armas de seductor masivas, sino en que la pava en pleno desarrollo, en vez de pegarle una buena patada en sus partes pudendas se abriese de piernas sin pensárselo dos veces. Señoras y señores. Españoles. Estamos creando un monstruo. Y no estamos haciendo nada para corregirlo.
José Carlos Martínez