LICENCIA DE ARMAS
Siempre se ha dicho, que cuando uno pierde algo, es cuando en realidad se da cuenta de que lo valoraba. Podría decirse, que en Estados Unidos sucede esto a gran escala, cada cierto tiempo.
Desgraciadamente, en el día de hoy, los americanos se han despertado con una tragedia entre sus manos: Un perturbado se ha liado a tiros en un colegio de la localidad de Newton (Connecticut) y ha acabado con la vida de 27 personas, de las cuáles 20 eran niños de entre cinco y diez años. Las armas que ha utilizado el presunto asesino-que por cierto, ha fallecido en el tiroteo-eran completamente legales.
Parece mentira, que con los antecedentes de las masacres a mano armada en Virginia, Columbine, o en el reciente estreno de la última película de Batman, las armas sean el pan de cada día de los americanos. De los errores se aprende. O eso dicen, porque vaya historial que tienen por allí en el Nuevo Mundo… Realmente es incomprensible, como desde la Cúpula presidencial se sigue haciendo oídos sordos a uno de los problemas más graves que asola la gran potencia mundial de Estados Unidos. La libre posesión de armas casi podría tildarse de aberración contra la humanidad, y a pesar de eso, se encuentra recogida como derecho indiscutible del americano en la segunda enmienda de la Constitución.
Como decía anteriormente, cuando perdemos algo, es cuando verdaderamente nos damos cuenta, de su auténtico y sincero valor. El presidente estadounidense, Barak Obama, ha derramado un mar de lágrimas al efectuar uno más de sus discursos, en el que se refería a la traumática escabechina que ha destrozado el corazón de todo un país. No obstante, entre tanto llanto piadoso, no ha habido ni una referencia, ni una sola, a hacer de una vez lo que se tenía que haber hecho desde la primera masacre con arma de fuego permitida en Estados Unidos. Cuando algo no funciona, hay que echarle arrestos, y modificarlo para alcanzar el bien común de la sociedad. Ya es hora de que América asuma uno de sus más profundos errores. Todavía está a tiempo de cambiar las cosas. Por la memoria de los fallecidos en Columbine, en Virginia o en Newton. Por preservar la seguridad de los ciudadanos. Por garantizar el derecho de libre circulación sin miedo a que un desalmado se atreva a apuntarte con el cañón de su pistola. Ya es hora, Señor Obama, de cambiar de una vez el rumbo de las cosas.
He dicho,
José Carlos Martínez Valero
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