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sábado, 15 de diciembre de 2012

Artículo XVII

No compre, adopte

Hoy estaba dando un paseo por un centro comercial cuando el niño que uno lleva dentro me ha pedido que entrase en una tienda de mascotas. Cuál ha sido mi sorpresa al ver que un perro de raza Dálmata costaba la friolera de 580 euros. En ese mismo lugar, había una niña que le pedía a su padre que se lo comprase. La respuesta del progenitor ha sido que se lo pidiese a Papá Noel que a lo mejor se lo traía. Acto seguido, el hombre ha ido a la dependienta y ha reservado el can para su niñita. 
Uno de los problemas de la Navidad es que se produce cierto sentimiento de ternura en todo ser humano y nos es muy difícil decir no. Un claro ejemplo al que habría que negarse es a la compra de un perro por el mero capricho para  poco tiempo después, darlo o abandonarlo por no poder cuidarlo. Otro error que se comete al adquirir una mascota es el propio hecho de comprarlo. 
Un perro o cualquier otro animal no es un juguete. Es un ser con vida que merece todo respeto. Tener un animal de compañía debe ser una decisión fruto de una profunda reflexión en la que todos los que se van a hacer cargo deben estar de acuerdo. Nunca se debe tomar una postura por medio de un impulso. Cuántos son los animales que tal día como hoy están vagando por las calles sin un techo en el que cobijarse del frío.
Afortunadamente, al adoptar un animal en las protectoras, al propietario lo obligan a firmar un contrato de responsabilidad. Además, éste tiene el compromiso de recibir en su casa la visita de un miembro del refugio para comprobar las circunstancias en las que se encuentra el animal. Hay muchísimos perros, adultos y cachorros, que esperan ser adoptados por una familia que los cuide y los mime. Si realmente ha tomado una decisión, deles una oportunidad. No se arrepentirá. El cariño de estos animales, que se convierten en un miembro más de la familia, es tan grande que ninguna suma de dinero puede pagar. 

Josep Camacho Vila

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